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Hace días leí un artículo de Naomi Aldort en el que la autora del famoso libro “Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos”, establece ocho aspectos importantes a la hora de declarar total confianza en los niños.

Este listado de recomendaciones se dirige fundamentalmente a familias que están interesadas en elegir un modelo educativo de crianza natural y uno de esos puntos me llamó la atención especialmente porque últimamente he estado reflexionando sobre los recursos que podemos emplear para regular algunas conductas “inadecuadas” en el aula.

Sirva de precedente decir que siempre considero que ese tipo de conductas tienen un motivo que las origina y que puede variar desde la falta de sueño, a la necesidad de atención, la experimentación de independencia, el exceso de sobre-protección… en fin, motivos hay muchos y cuando conoces al niño o a la niña en cuestión e investigas un poco, puedes descubrir ese motivo y pasar a la acción aunque lo cierto es que no siempre funciona. Y yo me pregunto ¿por qué?.

Los adultos nos hemos estado preocupando por cómo debemos regular la conducta de los niños y muchas veces nos hemos sentido frustrados cuando hemos observado que a pesar de nuestros esfuerzos esos límites que hemos impuesto han sido rebasados constantemente.

Sinceramente considero que los límites son necesarios porque los tenemos por todas partes. Los hay en la carretera, en las relaciones personales, en las relaciones laborales…y debemos respetarlos porque sólo así podemos vivir en comunidad. Eso también deben aprenderlo los niños, pero también creo que quizá haya llegado el momento de preguntarse de qué otra manera podemos regular su conducta de forma que demos respuesta a lo que se está demandando de cara al futuro.

Naomi Aldort afirma que los niños responden mejor al liderazgo que al control y yo personalmente creo que esa es una de las cualidades fundamentales para el docente del siglo XXI: la capacidad de liderar.

El camino que aún nos queda por recorrer es largo y difícil, como una auténtica carrera de fondo, ya que hasta ahora la idea que tenemos de líder no encajaría de ninguna manera en nuestra sociedad del futuro. Y así lo demuestran algunas conductas en el aula.

Para mi, un líder tiene que ser consciente de cuáles son sus propios límites. No es un trabajo fácil ya que descubrir que no tienes superpoderes o que tu trabajo no consiste en salvar a la humanidad y aceptarlo puede ser duro, pero desde mi punto de vista es el primer paso para dejar de ser “el que manda” para pasar a ser “el que acompaña”.

Además un líder tiene que acostumbrarse a observar. Observar las relaciones que se establecen entre los niños, los cambios que puedan producirse, las dificultades que tiene cada uno, los gustos e intereses que demanda el grupo, las características individuales, los aspectos emocionales que puedan interferir o beneficiar en una situación determinada…etc. Hay que observar mucho, observarlo todo.

Un líder en el aula tiene también que saber escuchar y no tanto hablar. Hacer buenas preguntas, reconocer que hay cosas que no se tienen por qué saber y que nunca dejamos de aprender. Tiene que saber escuchar, pero no para responder sino para comprender. Sobre esto ya hemos estado hablando hace algunas semanas en un post anterior.

Y finalmente, un buen líder en el aula tiene que hacer las cosas con pasión. La pasión no se puede disimular, si se tiene se nota y los niños la notan. Hay que aprovechar las situaciones para aprender y para crecer, hay que sentir, emocionarse, adaptarse a las necesidades de los alumnos en función de su edad y disfrutar con lo que está haciendo. Eso también lo notan.

No sé vosotr@s, pero yo tengo la sensación de que aún tengo un largo proceso por delante. Al menos aún ya sé por dónde empezar y es que toda carrera de fondo comienza con un primer paso.